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Llévame siempre sobre tu caballo,
compendio de transporte y animal
que rinde culto al abrasante Sol;
tu color de irreprochable nieve
resplandece en cada ceremonia
donde oficien monarcas o prelados.
Cuando bufas imponente y rauda,
tu sonido nos trae augurios óptimos
y un mensaje directo de los dioses.
Encarnas el ritmo y la velocidad,
la belleza y los mundos interiores,
porque tu impulso facilita el paso
de un estado de conciencia a otro.
Quienes te invocan, Ehwis o Eh,
reciben bienhechora protección,
ya que sólo en tu buena compañía
salen airosos de cualquier peligro.
Fuiste deidad para los espartanos,
adoradores de Cástor y de Pólux,
como dioses hermanos primigenios
en su bien disciplinado paganismo.
Siempre subrayas el apoyo externo
que refuerzan los lazos de amistad
y evitan cimas de individualismo,
como actos de amor y no de ataque.
Te invoco para pronto desenlace
de todas mis carencias y quebrantos,
para iniciar trances y alcanzar deseos
donde el espíritu emigre fácilmente
desde el plano pedestre que me agobia
hasta el mar, reflector del infinito.