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Es tu piel como barniz helado
de las bahías y ríos escandinavos,
a través de los cuales transitaron
los primeros guerreros y los dioses,
como reza el texto rúnico islandés:
El hielo es la corteza de los ríos,
el techo acristalado de las olas
y la destrucción para los hombres.
El acertijo y la traición son tuyos,
visibles en tu máscara engañosa,
oh Is, que encierras en tus aguas,
como una paradoja del misterio,
el silencio y la inmutabilidad,
la concentración del que medita
y la calma de la mente rigurosa
que no deja vibraciones en el aire
sino profundidad y paz serenas,
cosecha de una búsqueda incesante.
Cuando el hechizo de tu fina capa
revela sus satánicas incógnitas,
estoy siempre lo mejor dispuesto
para no degenerar en la locura,
tan funesta en ajenas latitudes.
También representas una lanza,
un bastón y un cayado de pastores,
muy respetados por el tuerto Odín
y usados por él en sus andanzas.
Simbolizas para todos los mortales
una imagen precisa de firmeza
con decisión de mando y de poder,
igual que el rito de la mutilación
en los contextos de la hostilidad,
entre otras conductas desafiantes
cultivadas por celestes batallones
en los palenques de la ferocidad.
Por tan infrecuentes cualidades
quiero invocarte frente a las estafas
y demás falsedades sospechosas
de procedimientos adivinatorios,
para el conocimiento personal
y el apoyo al intentar defensas
contra los males de la escabechina
que son modelo de la humanidad.