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Cuando los pensamientos humanos
se hallaban en la bolsa de los dioses,
te incluyeron como símbolo de Azar
en el abecedario de lo impenetrable,
de lo que nunca se sabe y es insólito
en la existencia de cualquier mortal.
Afirman que el Karma cambia en uno,
no importa si es feliz o desdichado,
porque nunca la entereza y la razón
reinaron en el mundo que habitamos.
Los dioses ya no alteran el destino
por antiguos y múltiples errores,
pero acatan sus leyes con esmero
en el concepto de la Runa Blanca,
donde cada individuo es una voz
que predica sin tregua en el desierto.
En ti se agrupan las temidas Nornas,
amas supremas de la ciencia nórdica,
que controlan la fortuna y la miseria
mientras deciden el mejor momento
para el trance fortuito y sin reversa,
incluyendo también a las deidades
que padecen su garra omnipotente.
Cultivas varias formas de lo eterno,
aquél que jamás comprenderemos
y al que nunca podremos escapar,
aunque largo se odie y se combata
en medio de blasfemias o plegarias
que nos impiden descansar en paz.
Algo temible es caminar contigo
hasta el origen de lo que se ignora,
donde el grito es apenas un gemido
que no cruza nuestro blando muro,
y afrontar significa simplemente
posponer lo que ya es inexorable
en aquella dimensión desconocida
que cambia nuestras pobres ilusiones
por un retazo de papel en blanco.