Las sesiones de control parlamentario al gobierno se han convertido, para el jefe del Ejecutivo, en un incordio y una molestia. Solo bajo esa clave puede entenderse la chulería y el desprecio con el que trata a la oposición constitucionalista, PP, Vox y Ciudadanos y la mansedumbre con la que se conduce con sus socios secesionistas, bildutarras y comunistas.
Su última concesión ha sido la de llamar 'piolines' a los miembros de las FSE. Una denominación que no ha sido en absoluto un lapsus, que podría rayar en el desacato y que le costará muy cara en términos de imagen.
Estaremos muy pendientes por si la semana que viene sus socios proetarras le exigen referirse a los policías cono 'txaxurras', que traducido significa perros y que era la forma despectiva que utilizaban ETA y Batasuna.