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Eres nombrada en los poemas rúnicos
que se refieren a la especie humana,
porque tu nombre: Mannaz o Manu
es lo que en verdad te identifica
y te distingue de los otros dioses.
Concedes atributos celestiales
y empeños de adoración que surgen
en el alma del hombre hacia lo eterno.
Como insignia de la torva especie
te encuentras en lugar no relevante
según dicen los apóstoles paganos,
pues aquélla no es el eje de la vida
ni camino que conduce al infinito
por abruptas montañas filosóficas,
disfrazadas, para bien, con la poética
y otros cuantos asuntos primordiales
que presentan tolerable la existencia.
A ti puedo pedirte el desarrollo
de mi menguada condición mental,
para ver con claridad el horizonte
que bordea los piélagos del alma,
mantener conexión con los anhelos
y necesidades de mi frágil cuerpo,
sin negarme a mirarlos como son.
La posición bajo la cual te invoco
es parado, con brazos muy en alto,
emplazados por delante de la cara
o hacia los lados de mi chumacera,
con los codos doblados justamente,
mientras las piernas permanecen juntas.