Lobulo frontal: Dilemas morales (RMf)

RAUL ESPERT 2015-12-05

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Se presenta a los voluntarios una situación concreta y se les pide decidir sobre actuar o no actuar, en cuestiones que dan lugar al mismo resultado final, pero en contextos diferentes. Es clásico el dilema del tren: un tren avanza a gran velocidad hacia un lugar donde están cinco personas trabajando en la vía. El voluntario debe decidir si permite que el tren arrolle a los cinco o arrojar a las vías a una persona para frenar el tren e impedir que embista a los cinco: una vida frente a cinco vidas. La mayoría de los voluntarios deciden, y de forma rápida, no empujar a la persona que tiene a su lado. Joshua Green9, ha mostrado que el contexto personal de causar un daño directo a una persona, se activan de forma intensa las áreas implicadas en el procesamiento de las emociones – la amígdala cerebral, A- mostrando que la toma de decisiones morales entraña una componente emocional, que contribuye a las respuestas emocionales rápidas y automáticas e independientes de cualquier contexto. Se activa además la corteza orbitofrontal, OFC, que contribuye a las respuestas emocionales sólo en el marco de una evaluación consciente particular; la corteza pre-frontal ventromedial, PFVMC, que se activa cuando aparecen los sentimientos de compasión y otras emociones sociales; y se activan los sistema de recompensa. Tal sistema emocional desencadena una respuesta rápida, de carácter reflejo y proporciona un atajo hacia lo correcto en situaciones que exijan una actuación inmediata. En el segundo dilema puede impedir que el tren atropelle a los cinco cambiando las agujas y desviándolo hacia una vía en que se encuentra una única persona. La mayoría afirma que movería las agujas, salvando cinco vidas a costa, posible e indirectamente, de una. En este contexto impersonal la decisión requirió dos segundos más, tanto si la respuesta a que accionaría las agujas fuera positiva o negativa. Se observó entonces la activación de áreas que desempeñan funciones cognitivas relacionadas con la atención, memoria y la planificación: la corteza pre-frontal lateral, LPFC, que ayuda a superar la barrera emocional, al mantener en el tiempo la información modulada por la magnitud de la recompensa. En resumen, la aversión natural y universal del hombre a dañar a otros –“no hagas a otros lo que no querrías que te hagan a ti”- aflora desde dos sistemas cerebrales: uno emocional y otro racional. La faceta racional, más lenta, ayuda cuando hay que deliberar y calcular, y no basta el atajo emocional inmediato ligado a la conservación de la propia vida y a la búsqueda de la felicidad inherente a cada hombre.

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