Ahora no se utiliza en los medios de comunicación, pero hubo un tiempo en el que raro era el ‘parte’ de Radio Nacional o el telediario en el que sonaba aquello de ‘la pertinaz sequía’.
Los Gobiernos de la época, sin el recurso fácil de culpar al cambio climático, intentaban paliar el daño que causaba en nuestros campos y rebaños la repetición de ese desolador fenómeno natural, alimentado por el omnipresente y puñetero ‘Anticiclón de las Azores’.
Franco, por ejemplo, además de construir hospitales, plantar muchos pinos y promocionar vivienda de ‘protección oficial’, inauguraba de vez en cuando un pantano.
Para producir electricidad y embalsar agua, que se usaba en los regadíos en vez de tirarla al mar.
No voy a restregar por la cara a Sanchez y su cuadrilla que están promoviendo la demolición de esas presas, con la excusa pueril de que hay que devolver las cuencas a su aspecto original y promocionar el canto de la rana, porque quiero centrarme hoy en otra muestra de la persistente estupidez del progre patrio.
Supongo que ya saben que Cataluña sufre una sequía de padre y muy señor mío.
Como el resto de España, pero en el caso catalán, por razones entre las que están que llevan 15 años gastándose la pasta en perseguir el español, montar embajadas ‘fake’ y financiar la intoxicado TV3, de forma especialmente aguda.
La Generalitat ha decretado ya restricciones en el consumo de agua y aprovechando la privilegiada relación que tiene con el Gobierno Central y lo que manda Puigdemont en La Moncloa, ha acordado con la socialista Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica de Sánchez, que se empiece a abastecer la región con barcos-tanque procedentes de la Comunidad Valenciana.
No cargados en Tarragona, donde por lo visto sobra agua, sino en Sagunto, donde hay una desalinizadora operando a toda máquina.
Cada barco -incluyendo cargamento y tripulación- cuesta un millón de euros que saldrá de lo que apoquinamos a Hacienda todos los españoles.
El popular Carlos Mazón, presidente valenciano, ya ha dicho que no van a negar el agua a quien en su día se la negó, en evidente referencia a la actitud que tuvo la Generalidad de Cataluña bajo el gobierno tripartito encabezado por el socialista Maragall, cuando gritaban aquello "ni una gota de del Ebro al Levante”.
No se si se acuerdan de que el Plan Hidrológico Nacional, que con fondos europeos planificó Aznar, fue derogado por Zapatero en 2004, nada más entrar en La Moncloa empujado por la explosión de las bombas yihadistas del 11-M.
No deseo mal alguno y mucho menos que pasen sed los 7,5 millones de personas que habitan en Cataluña, pero no estaría de más que la próxima vez que vayan a votar, en generales, en autonómicas o municipales, se acuerden de la cutre insolidaridad con el resto de los españoles que han tenido siempre socialistas y separatistas.
El agua es de todos… ¡majaderos!
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