Tiene guasa lo de los progres españoles.
No se si saben que ‘Más Madrid’, la plataforma izquierdista montada en torno a Manuela Carmena, que ahora lidera Mónica García alias ‘MEMA’, ha propuesto un rosario de impuestos para dificultar que los madrileños compren una segunda vivienda y evitar así la ‘especulación’.
¿Y esto que tiene de gracioso?… se preguntarán ustedes?
Pues resulta que la tal Mónica García es propietaria de un ático junto al Parque del Retiro y de una casa en Cercedilla.
Habrá ya algún listo mascullando que fardar de comunista no es incompatible con ser rico, tener aficiones caras y disfrutar de la vida, pero el asunto no va por ahí.
Lo acongojante es que, mientras su partido pretende freír a impuestos a los madrileños para desanimarles a la hora de comprar segunda vivienda, la jefa de la banda disfruta de ático con vistas y chalet serrano.
Si esto no es hipocresía, que venga Dios y lo vea.
Y no se trata de trata de algo aislado o puntual.
Un ejemplo clamoroso es el de Wyoming, dueño de una veintena de inmuebles, que se parte el pecho a favor del ‘okupa’ y está afiliado a la plataforma ‘Por una Vivienda Digna’, pero jamás ha cedido gratis un piso a una familia menesterosa o a una madre víctima de violencia.
Una vez, en un programa de televisión, le pregunté a Pablo Iglesias como era posible que los de Podemos estuvieran cobrando de los ayatolás iraníes, ahorcadores de homosexuales y lapidadores de adúlteras y además de musitar que en la política hay que ‘cabalgar contradicciones’, me soltó que no iban a ser tan tontos como para despreciar un dinero que necesitaban como el comer.
Para alimentarse no precisaban la pasta los Bardem, porque los billetes les salen por las orejas, pero cuando despidieron a los 11 empleados de La Bardemcilla, porque el restaurante no daba beneficios, se aferraron como lapas a la reforma laboral introducida por Rajoy contra la que tanto se habían manifestado puño en el alto.
Y lo hicieron no porque sean perversos, sino porque les salían más baratos los despidos.
La caradura es casi consustancial a la condición de progre.
Hace ya tiempo, cuando me prodigaba por los platos de televisión, Antonio García Ferreras sacó como tema de debate en uno de sus ‘Al rojo Vivo’ el las ‘escandalosas diferencias salariales’ existentes entre los altos directivos del Ibex y los empleados de a pie.
Al escucharle que había casos en los que el gran jefe cobraba 30 veces más que un currito, se me ocurrió decir que el sueldo de un periodista de base en La Sexta no llega a los 20.000 euros al año, mientras que los directivos, entre los que figura Ferreras pasan de los dos millones: 100 veces más.
El se limitó a sonreír y los presentes, incluidos tertulianos y operarios, hicieron como que no oían.
Igual que los pasmados que aplaudían el pasado 29 de enero a un gimoteante Almodóvar, en la gala de los Premios Feroz, cuando cargó contra contra Isabel Díaz Ayuso a cuenta de la sanidad pública madrileña.
La coña no es que Almodovar sea