Se ha consumado ya, un nuevo 11 de septiembre, el anual 'aquelarre' secesionista de la llamada 'Diada', o 'fiesta nacional de Cataluña'. Una celebración, trufada de algaradas callejeras, en la que los independentistas aprovechan para insultar a España, con dinero de todos los españoles, y para manipular o glosar, según los casos, a figuras históricas como Rafael de Casanovas o Lluis Companys, firmante en nombre de la República de una miríada de penas de muerte, sobre todo entre los años 1937 y 1938, como demuestra el historiador catalán Óscar Uceda. .

Traemos este asunto a colación, el de recordar que la II República española fue un régimen criminal y para nada legítimo, para hablar de la Monarquía, que ha sido el asunto de los últimos días, a consecuencia de la muerte de la longeva Isabel II, reina de Inglaterra. Dejando aparte 'anglofilias' y 'anglofobias', hay que reconocerle a la soberana fallecida su capacidad de liderazgo y su dimensión histórica, siendo capaz de aglutinar a su pueblo en pos de un ideal común, por encima de banderías políticas.

En España hemos asistido, por si no tuviéramos otros problemas, a una nueva trifulca en la opinión pública y parte de la clase política, focalizada por una parte en unos que, desde un extremo, han aprovechado para recordar 'Gibraltar español' o glosar la figura de Blas de Lezo - que no decimos que no haya que ensalzar pero sin caer en atávicos anacronismos-, otros que, desde el otro extremo, han vuelto a sacar a la palestra su odio visceral a la Monarquía, 'de bragueta' según dicen, y una tercera parte, quizá la más numerosa, perdida en el debate de decretar días de luto oficial olvidando que Isabel II era una jefa de Estado extranjera que nada nos concierne, más allá de la lógica condolencia diplomática ¡Que paren España que me bajo!