Notas de Elena | Miércoles 27 de abril 2016 | Cuando la batalla se vuelve peligrosa | Escuela Sabática
Miércoles 27 de abril: Cuando la batalla se vuelve peligrosa
La vida de Juan había sido de labor activa, y la lobreguez e inactividad de la cárcel le abrumaban enormemente. Mientras pasaba semana tras semana sin traer cambio alguno, el abatimiento y la duda fueron apoderándose de él. Sus discípulos no le abandonaron. Se les permitía tener acceso a la cárcel, y le traían noticias de las obras de Jesús y de cómo la gente acudía a él. Pero se preguntaban por qué, si ese nuevo maestro era el Mesías, no hacía algo para conseguir la liberación de Juan. ¿Cómo podía permitir que su fiel heraldo perdiese la libertad y tal vez la vida? Estas preguntas no quedaron sin efecto. Sugirieron a Juan dudas que de otra manera nunca se le habrían presentado. Satanás se regocijaba al oír las palabras de esos discípulos, y al ver cómo lastimaban el alma del mensajero del Señor. ¡Oh, con cuánta frecuencia los que se creen amigos de un hombre bueno y desean mostrarle su fidelidad, resultan ser sus más peligrosos enemigos! ¡Con cuánta frecuencia, en vez de fortalecer su fe, sus palabras le deprimen y desalientan! (El Deseado de todas las gentes, pp. 185, 186). El sistema más completo que los hombres hayan concebido jamás, si está privado del poder y de la sabiduría de Dios, resultará en un fracaso, mientras que tendrán éxito los métodos menos promisorios cuando sean divinamente ordenados, y ejecutados con humildad y fe. La confianza en Dios y la obediencia a su voluntad, son tan esenciales para el cristiano en la guerra espiritual como lo fueron para Gedeón y Josué en sus batallas contra los cananeos. Mediante las repetidas manifestaciones de su poder en favor de Israel, Dios quería inducirle a tener fe en él, a buscar con confianza su ayuda en toda emergencia. Está igualmente dispuesto a obrar en cooperación con los esfuerzos de su pueblo hoy y a lograr grandes cosas por medio de instrumentos débiles. Todo el cielo espera que pidamos sabiduría y fortaleza. Dios “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20) (Patriarcas y profetas, p. 596). Muchos se agitan cuando no pueden saber qué resultará en definitiva de los asuntos. No pueden soportar la incertidumbre, y en su impaciencia rehúsan esperar para ver la salvación de Dios. Los males que presienten casi los enloquecen. Ceden a sus sentimientos de rebelión, y corren de aquí para allá en dolor apasionado, procurando entender lo que no se ha revelado. Si tan solo confiaran en Dios y velaran en oración, hallarían consuelo divino. Su espíritu sería calmado por la comunión con Dios. Los cansados y trabajados hallarían descanso para sus almas, con solo ir a Jesús; pero cuando descuidan los medios que Dios dispuso para su consuelo, y recurren a otras fuentes, con la esperanza de averiguar lo que Dios vedó, cometen el error de Saúl, y con ello solo adquieren un conocimiento del mal {Patriarcas y profetas, pp. 742, 743).