MI PEQUEÑO VALHALLA
El pequeño Valhalla que deseo
no es el palacio donde caben
los héroes caídos en batalla,
consentidos por lúbricas valkirias;
tampoco el de mil habitaciones,
tan amplias que pueden albergar
novecientos guerreros bien armados.
Menos el que luce en su portón
una indomable cabeza de jabalí
o la calva del águila sagrada
cuyos ojos penetrantes escudriñan
los ignotos confines de la Tierra.
Ni siquiera el palacio de murallas
construido con lanzas relucientes
donadas por cien mil conquistadores,
o el techado con escudos esplendentes
fabricados con piel, acero y bronce,
regalo de un dios comprometido
con francachelas para sus invitados.
No me importan tales lujos mitológicos,
pese a que los amo y los disfruto
con euforia y decisión sinceras;
lo que anhelo en realidad a esta hora
es el amor de tu agreste corazón,
que defino, entre todos los Valhallas,
como mi dulce y verdadero paraíso.