Cerebro violento: Cortex prefrontal (Adrian Raine)

RAUL ESPERT 2015-09-18

Views 460

¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos volvemos violentos? ¿Llevamos la violencia en los genes y en nuestra herencia biológica o aprendemos a ser violentos? Los estudios y hallazgos científicos pueden ayudarnos a responder a algunas de estas preguntas. El comportamiento violento puede resultar de una mente distorsionada, irracional, que siente y ve las cosas de manera diferente a las demás personas. Aunque no siempre muestran su personalidad antisocial, los psicópatas son individuos sin empatía, incapaces de sentir culpabilidad o remordimiento por haber cometido sus crímenes. Suelen ser asertivos, hábiles y egocéntricos, despreocupados por las consecuencias negativas de sus actos. Tienen dificultad para controlar sus impulsos y tomar decisiones racionales. En situaciones emocionales intensas son individuos que no muestran las respuestas típicas de las personas normales, como ponérsele la piel de gallina con sólo imaginar una tragedia ajena, o incluso propia.
Algunos criminales violentos pueden tener también creencias erróneas, diferentes a las de las personas normales, sobre la propia violencia y sus efectos. Las personas normales pueden experimentar también todos o parte de esos trastornos de manera transitoria y en menor grado, o tener sentimientos, impulsos y reacciones emocionales desmesuradas e incontrolables, producidas por celos, envidias, rivalidades u odios, puntuales o endémicos. Sería el caso de los asesinos pasionales, o de muchos adolescentes y adultos violentos. Las amenazas, las agresiones verbales y la violencia física de menor entidad (insultos, insinuaciones comprometedoras, acusaciones infundadas, ironía hiriente, o medias bofetadas) en las trifulcas cotidianas entre personas normales en ambientes familiares, escolares, laborales, deportivos y sociales en general, también pueden ser resultado de estados mentales irracionales transitorios. Pero, ¿por qué se altera la mente? La mente se altera porque se altera el cerebro. Tumores, lesiones cerebrales, déficit o cambios permanentes o pasajeros en la química del cerebro pueden estar en el origen de los trastornos. Adrian Raine, especialista norteamericano en investigación de la psicopatía, ha observado que algunos individuos que han cometido crímenes violentos tienen más pequeña y menos activa la corteza prefrontal, que es la parte del cerebro implicada en el razonamiento y el control emocional. Los individuos con esas alteraciones pueden perder la capacidad de frenar sus impulsos agresivos y también la de imaginar las consecuencias de comportarse violentamente. Pero aunque el cerebro tenga un aspecto normal, pueden fallar las sustancias químicas de las que depende su funcionamiento. Entre las muchas implicadas en la agresividad y la violencia, destaca la serotonina, una sustancia que estabiliza las funciones nerviosas modificando la sensibilidad del organismo tanto a los riesgos como a las ventajas ambientales cuando las circunstancias lo requieren.

Share This Video


Download

  
Report form