Ataque, invasión o agresión militar, lo que sea pero Arabia Saudí lo sigue haciendo sobre su vecino Yemen, sin piedad y sin permiso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Razones: ninguna, porque lo que sucede en Yemen es un conflicto interno. Miedos: muchos, porque lo que ahí sucede no le gusta nada a los árabes saudíes, pues la ideología revolucionaria del movimiento popular Ansarolá, podría abrirle los ojos al pueblo saudí que está aplastado por una monarquía inhumana que viola los derechos humanos.
Por ello, la monarquía saudí desde hace más de once días decidió lanzar una cacería desde el aire para atacar Yemen.
Dicen que están atacando posiciones armadas del Ansarolá: el problema es que primero, no es cierto, porque han dejado en tan sólo unos días, una matazón de medio millar de personas, y segundo, este movimiento, no son unas familias ni grupos políticos, sino es casi un tercio de todo Yemen.
La indiferencia aún es peor: el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) quiere entrar a ayudar y le pide al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), que ordene una tregua militar.
El CSNU contestó que lo va a reflexionar, pero mientras reflexiona, centenares de niños y civiles mueren por el fuego saudí.
EE.UU. dice que no ayuda, pero aparece el comandante del Comando Central de EE.UU., general Lloyd Austin, quien dice que no sabe ni siquiera qué están haciendo los saudíes, pero que necesita saberlo.
EE.UU. ayuda con inteligencia y logística. Este es Yemen hoy, un baño de sangre en un país que investigaciones apuntan a que tiene suficiente hidrocarburos para abastecer de energía a todo el planeta durante muchas décadas.