Meloy estaba tratando de anular el dolor de una pierna en una paciente cuando ésta lanzó un gemido de placer. Y allí estaba el descubrimiento que podría venderse como pan caliente. Como buen científico, el doctor primero pensó en las aplicaciones curativas de su invento y realizó implantes en 11 mujeres con algún tipo de disfunción orgásmica. 6 de ellas habían perdido la capacidad de tener orgasmos y 5 de ellas jamás lo habían disfrutado. Luego de 9 días, los resultados fueron esperanzadores. Cinco de las mujeres volvieron a gozar del clímax sexual y, si bien el Orgasmatrón no pudo proveer la revelación del orgasmo a las 5 mujeres que nunca habían tenido uno, éstas afirmaron disfrutar de sensaciones placenteras. Según las voluntarias, el Orgasmatrón aumentó la lubricación vaginal y varias declararon tener una sensación de estimulación en el clítoris. Incluso hubo reportes de contracciones musculares en la vagina para quienes usaron el dispositivo al máximo de su potencia.