Desde hace ya tiempo se sabe que la psicoterapia cognitivo conductual puede cambiar de una manera profunda las creencias “negativas” (o, como se utiliza en la jerga técnica, creencias desadaptativas) de las personas, incluyendo aspectos sobre su manera de pensar, su estado anímico o ciertos patrones de comportamiento. Sin embargo, los mecanismos o cambios biológicos en el cerebro que subyacen a estas terapias no habían sido estudiados en profundidad hasta muy recientemente. Los hallazgos de este estudio tienen implicaciones importantes por dos razones. Por un lado, el disponer de una compresión de los mecanismos biológicos de estos tratamientos ayuda a mejorar las intervenciones o incluso puede ayudar a desarrollar nuevas técnicas en base al conocimiento de estos mecanismos. Por otro lado, es importante establecer, como con otros tratamientos médicos o terapias, posibles efectos adversos y poder mesurarlos y entender exactamente dónde y cómo se producen.