Así, la amígdala actúa como una suerte de “traductor sexual”, que interpreta cada uno de los estímulos. En tanto, el hipotálamo (ubicado en la base del cerebro) regula la manera de sentir placer y la expresión del mismo durante la relación.
Por otra parte, el funcionamiento de la glándula endocrina (que se encuentra debajo del encéfalo o hipófisis) está íntimamente conectado con la fogosidad, mientras que el tálamo se encarga de regular los comportamientos instintivos, es decir, nos lleva a “perder la cabeza” ante ciertos estímulos, y la corteza cerebral origina las fantasías sexuales, ilusiones y recuerdos.
Pero no hay que olvidar que la septum es la que específicamente se encarga del placer sexual aunque, claro está, debe ser ayudada por la imaginación. Así, si se experimenta una sensación de poca excitación, pensar en una imagen o cuento erótico es una buena forma de activar la septum.