La factoría propagandística de La Moncloa, creadora de etiquetas como la ‘fachosfera’, la ‘maquina de fango’, los ‘pseudomedios' o ‘la economía va como una moto’, lanza ahora un nuevo eslogan: “España va como un cohete”.
Lo hizo en un aquelarre montado para reforzar la financiación oficial de uno de los online de su pesebre, con la presencia sumisa de ocho ministros del Gobierno Frankenstein y por boca del inefable Pedro Sánchez.
No es que el marido de Begoña este en la Luna, es miente como un bellaco.
España, la de Sánchez, Otegi, Puigdemont, El País, Cadena SER, RTVE y la Brunete Pedrete periodística, sigue siendo líder continental en desempleo, con tasas que duplican a las de la UE.
Sufre nuestro país tasas de pobreza infantil estremecedoras y mientras crece meteóricamente la deuda y aumentan los impuestos, se dispara el número de familias en riesgo de exclusión social y se hace imposible acceder a una vivienda.
Los que van como un cohete son ellos y ahí están la comisionista Begoña, el multimillonario Pepiño Blanco, el potentado José Bono, el intermediario Zapatero y toda la cuadrilla sociata.
Recua que ha tenido que llevarse un pequeño susto al ver que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid abre diligencias contra la Fiscal Jefe de Madris de España por revelación de secretos.
El juez quiere saber quién dio la orden de filtrar a la prensa del régimen los datos de la inspección al novio de Ayuso y todo apunta a Álvaro García Ortiz, alias ‘Don Alvarone’, al Fiscal General de Sánchez.
García Ortiz hace cómo que no le importa, porque el marido de Begoña le ha dicho que sea fuerte, que aguante, que el le va a proteger.
A mi me da que no va a gozar el tipo de la impunidad que presume.
En nuestro Código Penal, la revelación de secretos esta penada prisión de uno a cuatro años y multa y si en España hay Justicia y todos somos igual ante la Ley a este paisano tendrán que emplumarlo.
Y hemos vuelto a pillar a Francina Armengol con el traserao al aire.
Las mascarillas caducadas, por valor de 3,7 millones, almacenadas en una nave industrial por el anterior Gobierno socialcomunista de Baleares resulta que no son las que compró a la empresa de Koldo García, como afirmó el equipo de la ex presidenta de Baleares.
Todo ha sido un gigantesco embuste: no coincide ni el número de pedido, ni el etiquetado, ni siquiera el aspecto físico de las mascarillas. No coincide nada.
La pregunta es obvia. ¿De dónde han salido las mascarillas actualmente almacenadas y que pasó con las de Koldo?
Aquí hay gato encerrado.