Un día, cuando era muy pequeño, mi hijo me preguntó por qué tenía que leer. Podría haberle contestado que “para saber más”. Es lo que siempre nos han dicho. Sin embargo, me salió otra cosa. “Para sufrir menos”, le dije. He pensado bastante en ese “sufrir menos” y en todo lo que abarca, que es muchísimo. Leyendo, una aprende a conocer sus emociones, sus sentimientos, su construcción íntima, y con ello, aprendes a manejarlos.