Una calamidad, un desastre, una desgracia.
Vamos a dejarnos de medias tintas, eufemismos y polladas.
Las elecciones del 23J son una ruina y yo estoy sinceramente apesadumbrado.
No porque me vayan a quitar el coche oficial, retirar la tarjeta oro o cancelar las subvenciones a Periodista Digital, que nunca hemos tenido, sino porque son una tragedia para España.
De no ocurrir un milagro, harto improbable porque Dios sólo ayuda a los buenos cuando son más que los malos, la nación más antigua de Europa queda en manos de quienes quieren destruirla; de los golpistas catalanes, los etarras vascos y otros malandrines.
Y será un fugado de la Justicia llamado Puigdemont, al que la UE acaba de retirar la inmunidad, quien tendrá la potestad de nombrar presidente del Gobierno en Madrid, porque el socialista Sánchez ya implora su bendición a cambio de lo que sea.
No es momento de poner cara de estreñido y dedicarse a buscar reos en el centroderecha.
Siempre se cometen errores, pero me parece miserable que los mismos que ensalzaban a Michavila como infalible, lo descalifiquen ahora, porque a la suma de PP y VOX le han faltado 7 diputados para llegar a la mayoría absoluta.
O que se apunte a Santiago Abascal, por su cerril insistencia en entrar en los ejecutivos autonómicos.
Ni siquiera estigmatizaré a la volátil María Guardiola, cuyo desbarre contra VOX en Extremadura dio argumentos al enemigo socialcomunista y frenó en seco la campaña popular.
El drama, el origen del mal, lo acongojante son esos 10 millones largos de españoles, repartidos entre PSOE y Sumar, que blanquean a Txapote y para quienes abrazarse a los asesinos de un millar de inocentes, es tan normal como tomarse un café.
Como decía esta mañana el maestro Luis del Val, vivimos en una sociedad, donde sufre más rechazo el tenor Plácido Domingo, por meterle mano a una soprano hace cuarenta años, que quienes se han dedicado a secuestrar seres humanos, torturarles en un zulo y matarlos de un balazo en la nuca.
La plana mayor del PP celebró ayer en el balcón de Génova su victoria en los comicios, pero fue una alegría impostada.
No tienen opciones de gobernar, porque a sus 136 escaños, a los 33 de VOX, al de UPN y al de Coalición canaria habría que sumar los 5 de los meapilas del PNV y eso es imposible, física y moralmente.
A pesar de eso, Feijóo ha estado valiente y hará lo que se tiene que hacer: ir a ver al Rey y maniobrar en busca de apoyos para entrar en Moncloa, para transmitir al público que ha ganado.
Fracasará y entonces entrara en liza el felón Sánchez para montar un nueva versión del Gobierno Frankenstein, todavía mas podrido y fragmentado del que hemos padecido hasta ahora.
Si le sale y lo veo probable, lo tendrá crudo porque el PP cuenta con mayoría absoluta en el Senado y el Congreso -si no se pone a pelear fraticidamente contra VOX- y encabezará una oposición formidable con 171 diputados.