La reflexión es de Alfonso Ussía y me parece demoledora:
“La izquierda francesa, es francesa. La italiana, italiana. La portuguesa, portuguesa y la española, antiespañola”.
Ese es el problema.
España no tiene un embolado en la derecha, pero padece uno muy grave con el PSOE y la extrema izquierda.
Si hace apenas seis años alguien nos hubiese dicho que un candidato que había perdido las elecciones iba a hacerse con el Gobierno de la Nación, coaligado con los separatistas que acaban de protagonizar un golpe de Estado, con los estrafalarios chavistas de Podemos y con los herederos de los terroristas de ETA, hubiéramos pensado que le faltaba un tornillo.
Pues ocurrió y llevamos ya un lustro padeciendo a Sanchez y a sus compinches de la Coalición Frankenstein, que no sólo han hundido a los españoles en una deuda pública sideral, sino que han organizado nuestra vida con leyes ‘orwelianas’ como la sueltavioladores del ‘Si es Si’, la de ‘Vivienda’ hecha a medida de los ‘okupas’, la ‘Animal’ que protege más a la rata que al embrión humano y otros engendros.
Y esto no se acaba. A sólo 27 días de las elecciones del 23J, los amorales del PNV y los claudicantes del PSOE patrocinan un curso sobre la tortura, con una terrorista etarra como ponente.
El barullo de los medios de comunicación amarrados al pesebre sanchista es tan estridente, que resulta complicado para el ciudadano distinguir entre el bien y el mal, pero no se dejen engañar.
El PSOE y sus colegas de la extrema izquierda atacan la libertad, insultan a los patriotas, resucitan el guerracivilismo, denigran los símbolos nacionales, manipulan las estadísticas, criminalizan a los periodistas no afines al ‘régimen’ y se pasan por la entrepierna la separación de poderes esencial en toda democracia.
Frente a eso, no me parece que ofrecer a una embarazada la posibilidad de escuchar el latido del corazón del feto que lleva en el vientre, criticar la Ley de Violencia de Género, cuestionar las virtudes de las Comunidades Autónomas, reclamar la ilegalización de partidos golpistas o proterroristas, anunciar la derogación de las ocurrencias más disparatas del sanchismo, exigir que se pueda estudiar en español, sugerir que hay relación entre delincuencia e inmigración irregular o negarse a que a tus chavales les den clases de masturbación en la escuela, entrañe el mínimo peligro para nuestra democracia.
No hace falta suscribir a pies juntillas el catálogo de propuestas de VOX, pero es evidente que Abascal es un socio mucho más digno, democrático, recomendable y español que los psicópatas arremolinados en torno a Sánchez.
La extremeña María Guardiola, que hace una semana acusaba a los de Abascal de todos los males del infierno, sale hoy diciendo que es “imprescindible” el “diálogo y el acuerdo” con ellos.
Me da que, desde la sede del PP en Genova 13, alguien, probablemente Elías Bendodo o el propio Alberto Núñez Feijóo, ha telefoneado a la extraviada Guardiola, para recordarle que no se puede a la vez pactar con VOX