No es cierto que la española sea una sociedad indómita, bravía e ingobernable.
Todo lo contrario.
Basta ver lo dócil que fue la gente, incluidos los diputados del Congreso, cuando Sánchez decidió encerrar al personal en sus casas durante la pandemia o la sumisión perruna con que, en todos los niveles y todas las alturas, se aceptan las ocurrencias del jefe.
Da igual que lo que proponga el ‘capo’ de una de las grandes empresas del Ibex sea una majadería de tomo y lomo.
Sus subalternos, por bien pagados que estén y muchos ‘master’ que exhiban, ponen al unísono cara de oveja, comentan que les parece una idea genial y asienten encantados.
El fenómeno es especialmente acusado en política.
Con el agravante de que ahí, además de los que se juegan ir en las listas y seguir en el cargo, suelen hacer de palmeros muchos periodistas.
La presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, adelantó ayer que la Unión Europea exigirá a sus miembros elevar las penas para la malversación de caudales públicos, el cohecho, los sobornos y el tráfico de influencias.
Esto afecta de forma singular a España y es una patada en la boca al Gobierno Frankenstein, que no hace ni cinco meses que derogó el delito de sedición y rebajó las penas por malversación, para agradar a los golpistas catalanes.
Con una desfachatez que espanta, la vicepresidenta Calviño ha salido diciendo que les parece muy bien que se armonicen las medidas contra la corrupción y que ellos, perspicaces como son, ya se habían adelantado.
Que el Gobierno Sánchez mienta es normal, porque va en su naturaleza, pero que TVE, El País, LaSexta, Cadena SER y los bienpagados de la ‘Brunete Pedrete’ hagan que se tragan la bola, es de juzgado de guardia.
Cierto que llueve sobre mojado, porque se acordarán ustedes de que el pasado diciembre, cuando Sánchez eliminaba el delito de sedición y abarataba el de malversación, esos mismos medios de comunicación propagaban a los cuatro vientos que nos equiparábamos al marco legal europeo.
Era una falsedad de libro, pero el sindicato de periodistas sanchistas extendía la patraña en diarios, radios, televisiones y redes sociales.
En cualquier tertulia aparecía un ‘todólogo’ asegurando tajante que Sánchez era un europeísta ejemplar.
Unas veces en forma de tertuliano y otras de juez emérito o catedrático trabucaire, un supuesto ‘experto’ sacado del cuerpo de progres jubilados, cuya cualidad más reseñable es que siempre justifica las pifias de un gobierno infame, entregado a independentistas, comunistas y los filoetarras.
¿Por qué les cuento esto?
Por una razón muy sencilla: no se crean lo que les cuentan Sánchez y sus compinches y aléjense como de la peste del televisor.
Ambas cosas son nocivas para la salud.