El señor lloraba de manera desconsolada cuando la joven Rosamelia se le acercó con un regalo inesperado que le llegó hasta el alma.
Ella le preguntó qué le pasaba, que si se encontraba bien. La respuesta vino unos cinco minutos después: “Estoy llorando de felicidad, tenía años que no me daban un abrazo”.
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