No es la primera vez, ni será la última, en que denuncio desde Periodista Digital que Sánchez, el PSOE y sus compinches maquinan día y noche para convertir España en el lugar más ‘tontolaba’ del Planeta Tierra.
Como parte de esa tarea, tratan de imponer por varias vías, entre las que destacan la educación, el periodismo y la política, una especie de catecismo del fanático, con mandamientos bastante estrafalarios.
Uno de ellos es que España no existe. Por lo tanto, que lo importante es ser mallorquín o de Tarrasa, pero no español.
Otro, que los asesinos etarras son gente de paz. O que los golpistas catalanes son respetables.
También, que el castellano no se puede usar en algunas regiones. Que las secuestradoras de niños son ‘madres protectoras’ y los exámenes escolares, una forma de violencia.
Sumen a eso que el ‘okupa’ tiene más derechos que el propietario y casarse y sobre todo tener hijos, resulta sospechoso.
La lista es muy larga, y aumenta sin cesar. Este jueves, el Congreso de los Diputados dio luz verde a una de las leyes más delirantes jamás aprobadas en Occidente:, la del ‘solo sí es sí’.
La norma, cocida en la factoría de Irene Montero y la ‘banda de la tarta’, es tan ridícula, como peligrosa.
No se si he confesado ya aquí que el movimiento ‘MeToo’, que tanto aplauden nuestros progres, me produce repelús. No porque no sepa que ha habido y hay reiterados casos en que alguien abusa de su posición de poder, para extraer favores sexuales a subalternos o subalternas, sino porque me mosquea el que, transcurridas varias décadas, aparezca en el ‘prime time’ de la televisión un hombre o una mujer denunciado que, en su momento, tuvo que prestarse a ser objeto erótico, para conseguir un puesto, un trabajo o un nombramiento.
Entiendo que alguien se prostituya o algo peor para alimentar a sus hijos o por necesidad, pero ponerse a cuatro patas para que te den el papel de prima dona en una película o te hagan diputado, me parece tan indigno como inconfesable.
Dicho esto, vamos de nuevo a la ley del ‘solo sí es sí’, promovida por la consorte de Pablo Iglesias.
¿Será imprescindible a partir de ahora el consentimiento escrito para echar un kiki? ¿Hace falta grabar previamente un vídeo en el que ella diga que está caliente como una sartén y quiere fornicar? ¿Se requieren testigos oculares?
Daría para partirse la caja de risa, sino fuera porque ese delirio legislativo consagra la presunción de culpabilidad del varón e invierte la carga de la prueba en el proceso penal.
Un hombre al que una mujer acuse de haberse propasado, deberá demostrar su inocencia, algo inédito en nuestro ordenamiento y contrario a los más elementales fundamentos jurídicos.
Un paso más y significativo en el proceso de convertir a España en el paraíso del gilipollas.
Se me olvidaba… también ayer, el PSOE logró sacar adelante su ley audiovisual, gracias a la abstención del PP.