Casi cuatro horas, esta mañana, intentando localizar un elemento clave para la investigación: el teléfono de Laura. El propio Bernardo Montoya podría haber estado presente en una búsqueda, pero no, no le ven en la imagen porque se ha llevado a cabo con tanta discreción que ha sido imposible grabar cualquier movimiento en este paraje. El autor confeso del crimen no ha dicho dónde lo arrojó, ni qué hizo con él. Encontrarlo es prioritario para reconstruir las últimas horas con vida de la víctima. Este repetidor, a unos nueve kilómetros de la casa de la profesora, captó la última señal de su móvil; el miércoles, día de la desaparición, a las ocho de la tarde. Horas antes, la misma antena de telefonía sitúa los móviles de víctima y asesino en la misma calle. Hay pruebas, evidencias que acorralan a Montoya, aunque él intentó borrarlas. Ya está en manos de los agentes la manta con la que podría haber envuelto el cadáver. La tiró aquí, en este punto kilométrico. Tenía restos de sangre de la joven. También han hallado una bolsa con objetos personales de Laura. Bernardo se deshizo de ella en este cementerio.
-Redacción-