Cancelados. Todos los vuelos. Miles de viajeros en medio mundo miran y ven que la odiosa palabra sigue ahí. Y no saben ni cuándo ni cómo regresarán a sus casas. Cambiar el avión por un tren, un autobús o un coche de alquiler, casi imposible. Quedan las soluciones desesperadas, como pagar cantidades astronómicas por un taxi. Los que no encuentran alternativas hacen vida en los aeropuertos. En muchos casos, las aerolíneas han dejado de pagarles el hotel. Y cuando buscan uno por su cuenta, se encuentran con dificultades. Mientras, la nube que asciende del Eyjafjalla apenas llega ya a los 2.000 metros de altura. Buenas noticias para el tráfico aéreo y malo para los islandeses que lidian con las cenizas.