Cualquier Homo sapiens de hoy que no venga del África negra tiene genes neandertales que siguen vivos. En algunos casos aquellos genes nos proporcionaron ventajas adaptativas, como, tal vez, una piel más gruesa con la que resistir mejor el frío europeo. En otros, los genes neandertales nos han hecho más débiles, contribuyendo a que suframos diabetes, lupus, enfermedad de Crohn y la cirrosis biliar primaria, entre otras dolencias. También nos legaron variantes relacionadas con el tamaño del disco ocular y, agárrense, la facilidad para dejar de fumar. Así lo indican dos nuevos estudios que hoy publican un recuento de cuánto ADN neandertal llevamos dentro los europeos y los asiáticos y cuál es su función. Los trabajos, publicados en Nature y Science, son la consagración de una nueva manera de estudiar la evolución humana que apenas necesita fósiles para desvelar datos claves sobre qué nos hace humanos.