Los mercenarios y los ejércitos privados han existido desde tiempos remotos en los cinco continentes.
Pero a inicios del siglo XXI han cobrado gran actualidad con la inclusión masiva que ha hecho de ellos la Administración George W. Bush en guerras como las de Afganistán e Irak.
Decenas de miles de mercenarios de distintas nacionalidades fueron contratados por las compañías privadas militares, subcontratadas a su vez por el Pentágono.
El Pentágono delega en esas compañías -dirigidas por exoficiales de EE.UU.- algunas de las misiones más peligrosas. Muchos de esos mercenarios eran latinoamericanos. Algunos murieron en combate, otros quedaron mutilados.
Hoy muchos otros mercenarios latinoamericanos, especialmente de origen colombiano, la mayoría de ellos exmilitares que combatieron contra las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en su país, combaten con uniforme saudí en Yemen bajo mando de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) contra los combatientes chiíes de la etnia Houthi.
Según la prensa colombiana hay más de 800 colombianos combatiendo allí, contratados en su país por la empresa colombiana Global Services que dirige un exmiembro de las Fuerzas Especiales colombianas, Oscar García Batte.
'The New York Times' se ha hecho eco de esta noticia, a ellos sí los llama “mercenarios” mientras a sus homólogos estadounidenses los sigue llamando “contratistas militares”, el mismo eufemismo que utiliza habitualmente el Gobierno de Estados Unidos para mencionar a los “soldados privados”.