Nuestros adorables niños, que se iban agotados a la cama poco después de cenar, se están convirtiendo en unos adolescentes protestones que no encuentran el momento de irse a dormir. Y por las mañanas no hay quien los levante. Parecen vagos y perezosos pero tiene una explicación médica: su biorritmo ha cambiado, igual que su cuerpo y, poco a poco, su personalidad.