El sujeto que padece cleptomanía no puede evitar el impulso de robar u obtener objetos, independientemente del valor económico de lo que roba; sufre de un deterioro laboral, familiar, personal y legal. Es un trastorno del control de impulsos y se ha clasificado como una adicción psicológica. La conducta es precedida por una ansiedad creciente que se alivia inmediatamente después de poseer el objeto deseado, reforzando así la conducta de robar. Dicho refuerzo es una de las causas por las cuales se mantiene la conducta problema.
El cleptómano, a diferencia del ladrón, roba por necesidad de satisfacer un impulso, mientras que el último roba, por diversión, necesidad de satisfacer un deseo material, económico o social llegando incluso al profesionalismo. La diferencia radica en que el ladrón lo hace por un deseo material y económico, o por necesidad.
Un ladrón puede pasar horas, días e incluso años planeando un gran golpe, mientras el cleptómano obedece generalmente a un impulso relativo dependiendo del lugar y tiempo en que se encuentre él.
Algunos de los componentes fundamentales de la cleptomanía incluyen: pensamientos recurrentes de intrusión, la impotencia para resistir la compulsión a participar en el robo, y la liberación de la presión tras el acto. Estos síntomas sugieren que la cleptomanía puede considerarse como un tipo de trastorno obsesivo-compulsivo.
Las personas diagnosticadas con cleptomanía a menudo tienen otros tipos de trastornos que afectan el estado de ánimo, ansiedad, alimentación, control de impulsos, y el uso de drogas. También tienen grandes niveles de estrés, la culpa y el remordimiento, y las cuestiones de privacidad que acompañan al acto de robar. Estos signos se consideran causantes o intensificar generales trastornos comórbidos. Las características de los comportamientos asociados con el robo podría dar lugar a otros problemas, que incluyen la segregación social y el abuso de sustancias. Los muchos tipos de otros trastornos que ocurren