La tan azotada nación de Afganistán trata de mover su moribunda economía y moribunda organización política con una dualidad inimaginable para la democracia.
Concierto a dos voces opuestas, arreglado de bote pronto, porque es mejor lo malo que lo peor, y no para el propio país, sino para los intereses de Estados Unidos que sobrevuela como zopilote el olor a negocio con tinte de heroísmo.
Este es el boceto de lo que Afganistán se convirtió. Un escenario perfecto para que convencidos o no, con resentimiento o no, los dos presidenciales que tiene Afganistán, uno perdedor y otro ganador -que no se sabe quién perdió ni quién ganó-, pero que hoy gobiernan al país, autoricen el "Acuerdo de Seguridad" que la bota militar estadounidense se quede muchos años más con 10 mil soldados, más de 5 mil de sus amigos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
¿Cuánto amor a Afganistán? Quizá sea la pregunta cursi que sea necesaria hacer para conocer la otra cara de las relaciones entre la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés) y el Gobierno corrupto afgano anterior.
¿Cuánto vale Afganistán? Quizá sea la pregunta que haga entender cómo se configuró la crisis en ese país que al final, quien debería salir ganando, acabó más hundido en el llanto de la pobreza y la muerte: el pueblo.
Cuestiones sin duda que deben tratarse en "Detrás de la Razón" desde Teherán, capital iraní.