A menos de 24 horas de que se decrete su final, la tregua anunciada en el este de Ucrania parece, cuando menos, frágil. El Gobierno acusa a los rebeldes de quebrantar constantemente el alto el fuego mientras que los separatistas aseguran que los bombardeos del ejército se mantienen.
“En nuestro barrio ha habido disparos durante una semana. Esta es la tercera vez y ha sido muy intenso. Ayer también y estuvo muy cerca. Nosotros sólo podemos quedarnos aquí, hasta el perro entró en la casa”, explicaba Svetlana, residente de Slaviansk.
Con los rebeldes separatistas aún controlando varios puntos del este del país, de momento el plan de paz del presidente ucraniano Petró Poroshenko parece enquistado. A ello se une el coste que el conflicto supone para las maltrechas arcas de Kiev.
“La situación en el país es muy difícil. Se están gastando de forma inesperada miles de millones para mantener la integridad territorial de Ucrania. Hay una nueva forma de guerra que se está librando contra nosotros”, decía el primer ministro Arseniy Yatsenyuk
Para evitar una nueva escalada de violencia, el presidente ruso Vladimir Putin ha pedido que se prolongue el alto el fuego, en una conversación telefónica con Poroshenko, la canciller alemana Angela Merkel y su homólogo francés François Hollande.