Para la mayoría de los venezolanos llegó la hora de asumir responsabilidades. Una de ellas, quizá la más importante, consiste en revaluar la política. Es imprescindible que los dirigentes nacionales, los líderes, aquellos que cuentan con seguidores, que inciden en la opinión pública, cualquiera sea su filiación ideológica, entiendan que es indispensable en los actuales momentos desechar la politiquería, el falseamiento de la realidad y el ejercicio mediocre y rastrero de la política, consistente en promover escándalos para captar la atención de los ciudadanos.

Si algo está demostrado hoy en venezuela es que contamos con un pueblo cada días más maduro, más responsable, que hace seguimiento a la marcha de la política, de la economía, de la cultura. En el marco del proceso bolivariano, el pueblo dio un salto cualitativo extraordinario, pero la actitud de una parte del liderazgo parece no entender lo sucedido o no querer aceptarlo, razón por la cual se maneja en el pantano y recurre a las manifestaciones más deleznables de la política.

Ese pueblo que viene dando demostraciones constantes de seriedad, de capacidad para optar, no se merece el bochorno de aquellas personas que convierten la política en algo despreciable. Revitalizar la política, elevar su nivel ético, desechar las perversiones, defender con sentido de responsabilidad las posiciones de cada quien, sin descender al albañal, es algo que se impone en la actualidad. Que las mayorías nacionales reclaman.

Algunos esfuerzos que se hacen, tanto por el gobierno y el chavismo como por otros sectores de la vida nacional, orientados a racionalizar el ejercicio de la política, a impedir su banalización, como son los pasos dados por el Presidente Maduro para implementar el dialogo, para demoler los muros de la polarización, para rescatar la convivencia, deben ser valorados debidamente; así como la actitud de personalidades y grupos de oposición que coinciden en la misma línea de acción.

Revaluar la política, exaltar valores morales, es tarea urgente y es lo que puede evitar que las amenazas que se ciernen sobre el país no se materialicen. De la aventura nadie, salvo los aventureros, se beneficia. Siempre pierde el país. Por consiguiente, hay que alertar sobre los riesgos de no atender la demanda popular mayoritaria que hoy se expresa de diversas maneras y un solo objetivo: adecentar el ejercicio de la política.