En 1810 se inventó un objeto que actualmente forma parte esencial en nuestras vidas: la lata de conservas. Fue a fines del XVIII cuando Napoleón, ante el problema de la corta vida de los alimentos en el frente de batalla, decidió premiar con 12.000 francos a quien descubriera un procedimiento que impidieran que la carne, la fruta o la verdura se pudrieran. El afortunado ganador fue Nicolas Appert, un chef parisino que tuvo una genial idea: cocer los alimentos y envasarlos al vacío. Su sistema consistía en colocar los alimentos dentro de las botellas de vidrio tapadas con tapones de corcho sujetos con alambre y sellados con cera o lacre a los que sometía a un calentamiento en agua hirviendo durante largos períodos de tiempo.