La gaita escocesa de William Wallace en el siglo XIII. La cabalgata de de las Valquirias del tercer acto de Richard Wagner para los nazis. La columna sonora de los años sesenta de Good Morning Vietnam (1987) para los soldados norteamericanos. La música y la guerra siempre estuvieron juntas porque las notas pesan, transportan, cubren, aíslan, distraen, ilusionan y eluden. Si en las competiciones deportivas está prohibido el uso del iPod –como en la maratón de Nueva York, porque auriculares producen endorfinas- en el frente de batalla, los Mp3 se enlistaron. Ésta es la primera generación de soldados con auriculares y reproductores portátiles. Y toda guerra tiene ahora una banda sonora portátil. Así, las canciones se convierten en armas con el poder para transformar a los hombres. En 2004, Jonathan Pieslak, un compositor y profesor de música del City College de Nueva York ingresó al sitio oficial de los Slayer, una banda de trash metal estadounidense nacida en Los Ángeles en 1981.