Todo apuntaba a un día radiante en el jardín de Arnau. Lo íbamos a pasar en grande y a grabarlo en super ocho para recordarlo 30 años después proyectado en una sábana. Pero los planes se torcieron al empezar a tocar. Esa potencia sonora la teníamos que retener de alguna manera, de ninguna manera podíamos dejarla escapar. Así que nos encerramos en el garaje y allí, sin apenas espacio, echamos todos a volar.