París (Francia), 28 de septiembre (CERESTV.es / EFE)
El modisto belga Raf Simons se enfrentó hoy a un público que ansiaba conocer el carácter que iba a imprimir al "prêt-à-porter" de Christian Dior con una colección fresca que reactualizó los cortes históricos de la casa. En unos salones construidos en los aledaños del Palacio Nacional de los Inválidos se vivió con expectación el primer gran desfile de esta Semana de la Moda de París, en el que Dior debía demostrar que podía sobrevivir a John Galliano. El recién estrenado director artístico de la firma del grupo LVMH, quien desde que asumió el reto sólo había desfilado en la alta costura, dejó que la chaqueta bar, insignia de Dior, abriera el desfile en un soberbio y sensual traje que ilustró con un "foulard" anudado al cuello en un voluminoso lazo. Simons rememora con esta prenda los orígenes de la casa fundada en 1947, y a partir de ahí acelera el viaje en el tiempo hasta convertirla en un vestido, un vestido con mangas o con escote palabra de honor pero que conserva las cualidades propias de la bar: una cintura esculpida y un pecho erguido. Este trabajo histórico, que recorrió el siglo XX de Dior desde la posguerra hasta la actualidad, se desarrolló en unos salones contemporáneos que se configuraban como cajas blancas futuristas, con cortinas de organza en tonos pastel que cubrían huecos rectangulares. La chaqueta bar, que había escandalizado a la sociedad de los años cuarenta, en manos de Simons se hizo corto vestido en referencia a la liberación sexual de los años sesenta, cuando vio la luz la primera colección "prêt-à-porter" de la firma. En ese momento irrumpieron los brillos del satén duquesa y la organza metálica de unos vestidos voluminosos en sus formas cuya mínima extensión quedaba compensada por unos "shorts" negros, "leitmotif" y carta de presentación de esta colección primavera-verano 2013. La eclosión de color y reflejos impregnó de magia e ilusión esta histórica colección. Las rayas negras y rosa palo, el "degradé" fucsia y gris perla, el encaje en verde pistacho y lila fueron apoderándose de los modelos que destacaron por las originales superposiciones. El tul, la organza metálica, la seda y el raso se combinaron en un puzzle de capas en unos vestidos "línea A", ajustados en el pecho y holgados en la cintura, con una estructura similar a la letra que les da nombre, propios de Christian Dior. Simons revisita la icónica forma, se apodera de ella, le da un valor propio en esta nueva etapa de la "maison". La alegría veraniega llegó de la mano del rojo, del rosa y del amarillo en prendas con atractiva caída lateral. La noche es sofisticada, los modelos de colores neutros como el blanco, el negro o el azul marino, se construyen en formas delicadamente voluminosas. Este despliegue de creatividad finalizó con faldas increíblemente abultadas, en satén duquesa y seda iridescente, con un estampado de flores, un elemento propio de Dior. Junto a la pasarela, observaban con atención las modelos Natalia Vodianova, Eva Herzigova y Laura Ponte, y el fotógrafo peruano Mario Testino, entre otras personalidades. El cine estuvo representado por el realizador francés Luc Besson y la actriz Mélanie Laurent, quien conoció la fama mundial con la tarantiniana "Inglourious Basterds" (Malditos bastardos 2009). Raf Simons ha pasado la prueba de fuego con un "prêt-à-porter" primavera-verano que integra y redescubre las señas de identidad de Dior. El lunes le toca el turno a Hedi Slimane, quien debutará como director artístico de la rebautizada Saint Laurent, en una semana de la moda que marca el inicio de una nueva etapa en las insignias históricas.
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