Madrid, 22 sep (EFE).-Tan difícil de poner como de llevar, la peineta y la mantilla, de profunda raíz española, es el complemento más tradicional de todas nuestras galas que nos podemos vestir. Su uso supera a los rituales, porque reinan en el coso, en las ferias, procesiones, ceremonias nupciales, en las pasarelas o en el cine.
Las mantillas hablan por si solas menos en la "Blancanieves" muda de Pablo Verger. El grito sordo de la peineta en lo alto del tocado, el diseño artesanal del moño o el largo de la blonda respecto a los hombros y las manos, hacen que este complicado complemento sea casi imposible colocarlo sin solicitar ayuda.
Una mantilla está llena de secretos, se combina con diademas, con ornamentos de metacrilato o carey, se confecciona con velo de chantilly, tul o encaje y se pasea con zancada firme y elegante.
Este tocado no solo protagonizó la cinta de "Manolete" por Menno Meyjes sino también presagios como aquel anónimo sobre el mismo torero: ..."No usó peineta de nácar ni mantillas ni claveles, no quiso estar en barrera para que nadie la viese. En un rincón escondida está en los toros, la muerte...".
La mantilla es dignidad, distinción, respeto y sufrimiento porque ¿cuánto han padecido las damas para lucirla?. Nos ponemos en manos de un experto: Chema Nozi, peluquero, maquillador y especialista en caracterización de personajes del Teatro Español de Madrid.
Chema Nozi, con gesto firme y mañas delicadas, prepara todo el material con antelación en una amplia superficie frente a un gran espejo, y estructura en cinco pasos este proceso. Estar organizados y contar con todas las herramientas necesarias (cepillos, horquillas...) es fundamental para tener garantía de éxito.
Primero, cardamos y peinamos la melena, con cuidado para no castigar el cabello. Segundo, armamos un moño bajo enrollando la coleta con horquillas y redecilla.
Ahora llega uno de los momentos decisivos: encajar la peineta. Es muy importante que "no quede caída, ni tipo visera", según nos precisa con autoridad Chema Nozi.
A continuación, se dobla la mantilla por la mitad y la prendemos con alfileres, con cuidado para que queden ocultos y no molesten a la dama. El quinto y último paso: sujetarla a los hombros.
También es posible cambiar la versión clásica por la de los años veinte, dejando la blonda reposar sobre la frente, una opción tan elegante como arriesgada, aunque para poder emular al icono más reconocible nos podemos inspirar en Paquita Rico, Lola Flores y Carmen Sevilla en la película "El balcón de la Luna".
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