Se trata de una victoria política para este grupo disidente iraní cuyos miembros fueron acogidos durante muchos años por el régimen de Sadam Hussein en Irak. Algunos siguen todavía viviendo en el país vecino aunque ya no en el Campo de Ashraf, el lugar en el que se instalaron al principio de su exilio, sino en una antigua base militar estadounidense a petición de Washington.
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