Cada concierto es una historia, aunque un cantante repite su repertorio todas las noches, no las canta de igual manera dos veces. El Tío Simón en cada espetáculo se colocaba una rosa dentro del bolsillo interno del liquiliqui para regalarla al final del concierto. En una de esas tantas noches de tonada, se queda totalmente afónico, los músicos siguen tocando y el tío tratando de resolver se come la flor. En medio de la incertidumbre la voz le regresó por la rosa.