Londres, 26 abr (EFE).-
Todo apunta a que el viernes lloverá en Londres. Y lo hará sin piedad, con aparato eléctrico incluido. Nada excepcional en un país donde el tiempo es siempre impredecible, pero sí incómodo para curiosos e invitados al evento más esperado del año, la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton.
Si se cumplen los pronósticos, los paraguas serán la nota predominante de la boda y habrá que hacer algunos cambios de última hora, pero esto no preocupa a la organización, que tiene todo bien atado. Los novios llegarán hasta la Abadía de Westminster en coche; hasta aquí, sin problemas.
Una vez casados, si lloviera en el recorrido desde el templo hasta el Palacio de Buckingham, se sustituiría la carroza descubierta construida para el rey Eduardo VII en 1902 por otra cubierta de 1881.
Y si la lluvia no cesa, el saludo final que ambos hagan desde el balcón del Palacio de Buckingham, donde ya no es posible construir una marquesina, será bajo los paraguas.
A tres días del enlace del año, la "bodamanía" invade las calles británicas, con banderas, fotos de los novios y felicitaciones colgadas en tiendas, bares y restaurantes.
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