Ser políglota no es sólo una cuestión de tener un mejor currículum o de tener más facilidad para hacer amigos repartidos por el planeta. Aprender idiomas es un ejercicio muy saludable para nuestro cerebro. Así apuntan recientes investigaciones. Científicos del University College de Londres han detectado, tras examinar 105 personas, de las que 80 eran bilingües, que el conocer un segundo idioma altera en sentido positivo la estructura del cerebro, en concreto el área que procesa información. En particular, mejora la llamada plasticidad cerebral. Un poco como un ejercicio deportivo ayuda a potenciar los músculos. En efecto, el análisis con el escáner ha demostrado que la materia gris situada en la parte inferior de la corteza parietal era más densa entre los que hablaban una segunda lengua, sobre todo entre los que aprendieron el idioma desde pequeños.