Para muchos científicos los animales actúan con premeditación. Trazan planes penetrando en el pensamiento de sus semejantes y adaptan su conducta para engañar las mentes de los demás. Comprenden las situaciones de una manera que sugiere una representación mental del mundo que, lejos de limitarse al presente, abarca lo que fue y podría ser. Partiendo de estas premisas, los etólogos hacen preguntas cada vez más profundas y perturbadoras debido a su connotaciones éticas: ¿A qué llamamos inteligencia entre los animales? ¿Poseen una vida interior y practican la introspección, en vez de seguir como autómatas reglas de conducta predeterminadas, ya sean genéticas o aprendidas? En otras palabras, ¿Poseen esa cosa sublime denominada conciencia?