La estimulación temprana surgió para atender adecuadamente a aquellos niños que padecían alguna deficiencia o que a causa del parto requerían unos cuidados preferentes. Los importantes logros alcanzados con ellos llevaron a su extensión con niños sanos, pues las investigaciones demostraron que la evolución cerebral es enorme en los primeros años de vida. Dentro de la atención temprana, la estimulación musical infantil produce grandes beneficios. Ello a llevado a plantearse el trabajo con estos estímulos antes incluso del nacimiento, pues el sentido del oído es uno de los que más tempranamente se desarrolla.
A nivel intrauterino, y a partir del cuarto mes de gestación, el feto percibe sonoridades internas al organismo de la madre, como la respiración, el latido cardíaco, etc. y externas, como la reverberación de la voz materna a través de la membrana que cubre el vientre hasta el líquido amniótico; se trata de una comunicación preverbal que implica a los canales auditivos y propioceptivos, involucrando sonido, música y movimiento y provocándole distintas respuestas motrices en función de la intensidad del sonido.
Desde que nace, el niño se encuentra inmerso en un ambiente estético determinado; la familia aporta un importante influjo y las instituciones educativas introducen elementos que facilitan el enriquecimiento estético del pequeño. Puesto que el ser humano está preparado para conocer el mundo a través de los sentidos, los sentimientos y el intelecto, las clases de música impartidas desde la edad infantil contribuirán enormemente al desarrollo integral del individuo, pues con ellas se coadyuva a (Frega, A. L. 1997):
- mejorar el sistema auditivo.
- facilitar la expresión de sentimientos e ideas.
- ayudar al desarrollo de la memoria.
- desarrollar la capacidad de enjuiciar críticamente.
- mejorar las capacidades motrices.
- potenciar las capacidades artístico- creativas.
- favorecer la integración socio-cultural.
- ampliar y mejorar las posibilidades lingüísticas.