Fueron jóvenes, militantes sociales y políticos en la Argentina de los 70. Vidas que se encontraron creyendo en un proyecto común de justicia social.
Algunos habían optado por una manera de encarar la construcción de un país más justo: la lucha armada; otros no.
Pero desde antes de estas opciones, habían trabajado por sus ideales de otras formas.
Murieron juntos. Por alguna razón fueron “elegidos”, “seleccionados” con algún criterio por la dictadura militar.
No fueron juzgados, no se les probó culpa alguna, no les dieron condena. Fueron masacrados, salvajemente torturados algunos hasta la muerte de dolor y sufrimiento y otros finalmente fusilados.
El recuerdo de sus vidas está presente en las familias y en los amigos, y en muchos más que apostamos a crecer desde la memoria.
El testimonio de sus muertes tampoco es olvidado, porque no hay justicia sin memoria y castigo a los asesinos, a los abusadores del poder.
Crédito: CPMChaco Comisión por la Memoria