En medio de la colección permanente del Museo del Prado, en uno de los laterales, se descuelga una cortina roja. Al cruzarla, todo se oscurece y un olor peculiar inunda la sala 16B del edificio Villanueva de esta pinacoteca. Es la trementina la que nos lleva a otro siglo y a otro lugar, no donde se exponen los cuadros sino donde se crean las obras.
Tras más de dos años de trabajo, de casi cinco decenas de personas involucradas, de pinturas viajando desde Rotterdam o París y tras un estudio detallado de Pablo Pedro Rubens, abre hoy sus puertas una exposición que pretende devolvernos al lugar donde el pintor alemán creó algo similar a una cadena de montaje y también grandes obras de arte.