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El Viernes Santo en confinamiento de 2021 fue también Viernes de filosofía en el programa Desde donde sea, pues se habló de Santo Tomás de Aquino, uno de los llamados Doctores de la Iglesia, un pensador de alto relieve en la historia de la filosofía que se propuso la muy exigente tarea de comprobar la existencia de dios, no mediante la fe, como había sido hasta entonces, sino mediante la razón.
El conductor del programa, Miguel Ángel Pérez Pirela, disertó sobre el tema, al que caracterizó como “uno de los asuntos fundamentales de la historia de la filosofía, fundacional en todo el pasado, presente y futuro de esta especialidad, una de las grandes cuestiones humanas: ¿existe o no dios?, y ¿de qué dios estamos hablando?”.
Comenzó exponiendo algunos rasgos personales de Tomás de Aquino (1224-1274), filósofo por antonomasia del cristianismo, cuyo pensamiento fue tomado por la misma Iglesia Católica como doctrina durante muchos años.
“Es dominico, procede de una familia noble, nace cerca de Nápoles y estudia en la Universidad de Nápoles y luego en la Universidad de París, donde también termina trabajando como profesor. Vivió en el siglo XIII, en el Medioevo, y dejó una obra filosófica de envergadura. En 1265, alrededor de los 40 años, escribió La suma teológica, que marca un antes y un después en este campo. Antes de la escolástica, este conocimiento venía a través de revelaciones, tradiciones orales y escritas que pasaban la fe de generación en generación. La doctrina antes de la escolástica se resume en la frase del evangelista Juan 20:29, que relata el momento en que otro Tomás, el apóstol, pide ver las heridas de Jesús resucitado, y este afirma: ‘Dichosos los que creen sin haber visto’”.
Con la escolástica, la filosofía, la razón, se ponen al servicio de la teología. Dentro de esa corriente filosófica que dominó en la Edad Media, Tomás de Aquino trata de realizar operaciones racionales para responder dos preguntas: ¿Puede la razón conocer realidades situadas más allá de la experiencia?; y ¿necesita el mundo un primer motor que lo inicie o se basta a sí mismo?
La herencia aristotélica
Para responder la primera interrogante, Tomás de Aquino apela al que, de lejos, fue su mayor inspiración: Aristóteles, un filósofo para quien la experiencia es la estructura misma del pensamiento.
“El trata de conjugar el pensamiento aristotélico con las creencias cristianas. Recordemos que Aristóteles impulsaba un pensamiento inductivo, que va de lo particular a lo universal, cercano por tanto a lo que luego conocemos como la ciencia, a la episteme. Platón, en cambio, era deductivo, iba de lo universal a lo particular. Tomás de Aquino entra en un campo espinoso al tratar de aproximarse a la idea de Dios a través de la razón, no solo a través de la fe”, dijo.
Con respecto a la segunda pregunta (¿Necesita el mundo un primer motor que lo inicie o se basta a sí mismo?), Tomás de Aquino también se apoyó en Aristóteles, en su teoría de la Metafísica y el concepto fundamental de potencia y acto.
“Estudia la relación que existe entre la fe y la razón. Para él, no hay contradicciones, es una relación armónica. Es complementaria, no hay que elegir entre una y otra. La teología estudia lo que está más allá de la razón y se llega a ella a través de la fe. Es un dominio diferente al de la filosofía. La fe se ocupa de lo sobrenatural y la razón se ocupa de lo natural. La filosofía estudia la razón y la experiencia. El conocimiento filosófico surge a partir del estudio de la experiencia con la razón”, puntualizó Pérez Pirela.