Considerada un símbolo de una nueva generación de jóvenes activistas contra el calentamiento global y cambio climático, gracias a la viralización de sus manifestaciones mediante las plataformas de redes sociales digitales, la sueca Greta Thunberg no pasa desapercibida en cada una de sus intervenciones, aunque detrás de la sombra de Thunberg se mueve un entramado de intereses de lobbies, figuras poderosas e incluso la instauración de un nuevo modelo de producción y control de energía del denominado corporativismo “verde”, un modelo de negocio que busca producir energía sin combustibles fósiles, recogiendo en el camino millones de subvenciones de los gobiernos.
Diagnosticada con el síndrome asperger, Greta admite haber padecido "depresiones, desequilibrios emocionales y ansiedad" derivados de su trastorno, pero también dice que "nunca" hubiera podido empezar su campaña ecologista de la manera en que lo hizo sin esas características personales tan concretas, que desde sus círculo de familiares es catalogado como un super poder.
La influencia de Thunberg dentro de los movimientos estudiantiles relacionados con la ecología, le han valido ingresar en la lista de posibles candidatas al premio Nobel de la Paz, ser portada en la revista Time, que la bautizó como “líder de la próxima generación”, e incluso dirigir sus discursos en tribunas como Naciones Unidas, hasta reunirse con personajes como Barack Obama, expresidente de Estados Unidos; Christine Lagarde, actual presidenta del Banco Central Europeo y expresidenta del FMI; el Papa Francisco, George Soros, Al Gore, exvicepresidente de los Estados Unidos bajo el mandato del presidente Bill Clinton, entre otros de polémica actuación, pero que dada la repercusión de la joven sueca y su gran maquinaria de marketing digital y seguidores en redes sociales, nadie pierde la ocasión de tener un encuentro con esta nueva celebridad dentro del concierto internacional.
Pero más allá de los vítores y escenarios habilitados por el establishment, la figura de Thunberg, no deja indiferente a nadie, al punto que el 18 de agosto 2019, el periódico británico Sunday Times, publicó una investigación en la cual se la relaciona con Ingmar Rentzhog, presidente de Global Challenge, un think tank del que presuntamente son miembros políticos socialdemócratas suecos. Rentzhog fue acusado de utilizar el nombre de Thunberg para recaudar más de 1,5 millones de dólares de inversores de la empresa, que dona sólo el 10 por ciento de sus beneficios a un fondo de beneficencia. Según el medio, detrás de las protestas impulsadas por Greta y su movimiento, están intereses de poderosas empresas energéticas de su país, que buscan “facilitar la transición al corporativismo verde”. Aunque los padres de Thunberg, han negado dichas vinculaciones que repercuten en la imagen de su primogénita.
Los matices que rodean a Thunberg en su lucha por despertar la conciencia ecológica, frente a la inacción de los gobiernos, también ha generado suspicacia en otros frentes como es el caso del presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien apuntó que Greta estaba siendo “mal informada y manipulada”, a la vez que condenó la utilización de niños y adolescentes en causas “nobles”. Incluso la la politóloga Katarina Barrling, precisa que Thunberg utiliza una semántica mágica que desdibuja el mensaje científico, perjudica la innovación tecnológica y enmascara algunos desafíos ecológicos.
Aunque el desequilibrio ambiental en nuestro planeta es notable, producto de la voracidad del modelo neoliberal, los potentes intereses económicos por acaparar las nuevas fuentes de energías hacen que se despierten las dudas y suspicacias en torno a la campaña que lidera Greta, por lo cual la polémica seguirá rodeando a la señorita sueca, y la balanza determinará: si existe una lucha genuina por salvar al planeta o es producto del marketing diseñado por el establishment.