“Aquí lo que traigan de trabajo nosotros lo recibimos”, dice el preso Raúl López en el taller de confecciones de una cárcel de El Salvador, donde están recluidos miles de excolaboradores de pandillas.
Like Lopez, more than 29,000 inmates at the prison on the outskirts of San Salvador receive training in a program reserved for ordinary prisoners and gang collaborators, but not gang members.