Entre lo que nos trae el Gobierno Frankenstein para este otoño, en línea con regímenes expertos en la materia como Venezuela, Nicaragua o China, viene la censura de prensa.
Con dos modalidades.
Una en forma de multas y cierres destinada a asustar a los periodistas no amarrados al pesebre de La Moncloa, para que nos autocensuremos, y otra enfocada a capar las redes sociales.
La coartada es la excitada ‘conversación pública’ sobre el asesinato de un niño en Mocejón, en la que circularon bulos como que el crimen había sido cometido por un ‘jovenlandés’.