Uno de los retos que enfrentará el Gobierno entrante es estabilizar la crisis del transporte público en la capital, del que el metrobús es parte importante. Cerca de 400 mil personas usan diariamente este servicio, y reclaman cambios.
La gente pide más buses y que lleguen a tiempo, mientras la empresa operadora sostiene que el modelo de gestión no funciona más.
Las colas son la expresión más evidente de la crisis que vive el servicio de buses de la capital, y que está dinamitando la calidad de vida de miles de personas.
La crisis también incide en la capacidad productiva de la ciudad y cuesta millones de dólares. Los trabajadores y los estudiantes sacrifican horas en las largas esperas en paradas y en el tranque a bordo del bus.
Lo peor es que esa ineficiencia arroja a los que pueden al paradigma del auto: tener uno para ganar libertad de moverse. Libertad que costean el resto de los ciudadanos, y sobre todo quienes van en transporte público, por el tráfico que generan.
El sistema de metrobús cuesta este año 129 millones de dólares a los contribuyentes, pero la gente reclama algo mejor. Y esa es la herencia que recibirá el nuevo Gobierno.
La respuesta a por qué los buses tardan en llegar es compleja. MiBus dice que tiene 1,200 buses, y que para funcionar bien necesita 900 buses operativos al día.
Hoy solo hay 600: 450 de ellos no tienen piezas de aire acondicionado por un conflicto con una empresa que se ganó un contrato de $12.5 millones para proveerlas y no llegaron, caso que escaló hasta la corte suprema de justicia y sigue sin resolverse.